Menos de diez horas fueron suficientes para que el jurado compuesto por siete hombres y cinco mujeres alcanzara hoy un veredicto: el doctor Conrad Murray, 58 años, era declarado culpable de homicidio involuntario en la muerte del cantante Michael Jackson, 50 años. La sentencia que le imponga el juez puede acarrear hasta cuatro años de cárcel y la pérdida de su licencia de cardiólogo.
Michael Jackson confió en Conrad Murray. Lo hizo con su vida y con su vida pagó el 25 de junio de 2009. Esa fue la sentencia del fiscal David Walgren al presentar la samana pasada sus argumentos finales. Argumentos que el jurado ha comprado. El facultativo violó todos los códigos de la ética médica y quebró la confianza entre paciente y médico al administrarle una potente dosis del narcótico conocido como propofol, cuyo destino último es el uso como anestésico en los quirófanos.
Cerca de las 11 de la mañana (hora de Los Ángeles), una alarma sonó tres veces en el Tribunal donde durante seis semanas -23 días- se juzgó al doctor Murray. Tres penetrantes sonidos que avisaban de que ya había un veredicto unánime. Desde ese momento, pasarían dos horas antes de que fuera comunicado al público. Dos horas que el juez estimó suficientes para que la familia del artista fallecido pudiera llegar hasta el centro de Los Ángeles y escuchar en directo el destino que le aguardaba al hombre que acabó con la vida de Jackson. Los padres de la estrella, Joe y Katherine, esperaban en un hotel cercano a la sala del Tribunal. Latoya Jackson, hermana del cantante, se excusaba a trevés de un tuit y culpaba al tráfico de no poder llegar a la lectura del veredicto.
A las puertas de la corte, el grupo de incondicionales -muy grande al comienzo; menguante cada día que avanzaba el juicio- que ha seguido el devenir del proceso coreaba consignas que clamaban justicia para el Rey del Pop. "No matéis a Jackson otra vez", pedía un fan con su pancarta. Al saber del veredicto, los seguidores estallaron en gritos de júbilo. Se había hecho justicia.
Para aquellos analistas que cubren las crónicas judiciales algo no fue como suele dictar la costumbre. La norma no escrita dice que el jurado suele deliberar un día por cada semana que ha durado el juicio. Esto hubiera supuesto que esos siete hombres y cinco mujeres deberían de haber estado encerrados durante seis días estudiando y deliberando sobre las más de 330 pruebas presentadas por la acusación y la fiscalía y los 49 testigos que accedieron al estrado.
En lugar de seis días, el jurado tuvo bastante con algo menos de diez horas: siete y media el viernes y menos de dos y media este lunes. El juicio concluía el pasado jueves y había comenzado el 27 de septiembre, más de dos años después de la muerte del Rey del Pop.
Otra regla no escrita dice que si al entrar en la sala, el portavoz del jurado mira directamente al acusado es señal de que va a ser absuelto. Si hace lo contrario, será declarado culpable. En este caso no falló la casuística. Nadie miró a Murray.
La estrategia de la defensa de Murray fue la de culpar al cantante de su propia adicción al Propofol, un poderoso sedante que se administra para inducir el sueño en la mesa de operaciones. Pero fue fallida. El jurado no logró contemplar al doctor como un hombre inocente y ajeno a la traagedia que vivió Jackson, sumido en las drogas para poder seguir adelante con su vida y a quien el médico le proporcionaba el propofol para que pudiera dormir y enfrentar así su vuelta a los escenarios. Durante los días del proceso, se llegó a escuchar una dramática grabación del propio Jackson, facilitada por Murray, en la que se le oía hablar de forma incongruente sobre su infancia y su afecto por los niños. En la cinta parecía drogado y junto con la fotografía del cadáver del artista inerte en una camilla de hospital el jurado de siete hombres y cinco mujeres vivieron los momentos cúlmenes del juicio.
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